Vivimos tiempos difíciles
Hoy en día desarrollar nuestra labor supone una carga extra de estímulos negativos. Ya no sólo en el campo de las emergencias, sino en cualquier ámbito que implique relacionarnos con personas.
Todos tenemos un objetivo en la vida, una historia, unos problemas que vamos acumulando en nuestra mochila vital (tan repetida en los libros de autoayuda), que nos lastra y dificulta el avance.
Los profesionales de emergencias tenemos una vida fuera del trabajo, que como a cualquier mortal, condiciona en mayor o menor medida a nuestro rendimiento.
Si ya de por sí la actual situación mundial es incierta, cuando asumimos más preocupaciones de las que podemos gestionar, y que por supuesto algunas no dependen de nosotros, nuestra actividad profesional se va a ver afectada.
¿Dónde guardar los problemas personales?
Para nuestra salud mental, siempre se nos ha dicho que las «desgracias» de la guardia hay que dejarlas en el uniforme que nos quitamos al finalizar la misma. Pero poco se habla de la mochila de problemas y preocupaciones que llevamos al trabajo.
¿Dónde se guarda?
La respuesta es complicada. Porque si la dejamos en casa, cuando volvamos de esa guardia cargada de historias desagradables, añadiremos más peso a la mochila… y llegará el día en el que no podremos ni abrir la puerta de tantas preocupaciones acumuladas.
En definitiva, los problemas personales no hay que guardarlos, sino solucionarlos, aprender a gestionarlos y/o aceptarlos.
Pidamos ayuda
El apoyo psicológico profesional es fundamental para la salud de los integrantes en equipos de emergencias.
Va a dotarnos de herramientas para minimizar los impactos que recibimos, nos va a ayudar en la gestión de los mismos y enfrentarlos de una forma más adecuada.
No debemos olvidar que al trabajar con problemas personales, además de crear mal ambiente en el equipo, seremos más vulnerables; cometeremos errores, y en el peor de los casos, podríamos aumentar el riesgo de accidentes.
La raíz del problema
Los equipos que trabajan juntos regularmente, tienen la ventaja de conocerse, tanto personal como profesionalmente. Saben las fortalezas y debilidades de cada componente. Eso para mí es bueno y malo a la vez.
Cuando mi compañero conoce mis defectos, en una intervención (si la resolución final es positiva) me apoyará y complementará.
Pero… ¿qué pasa cuando la carga asistencial, el aviso complicado o el propio cansancio acumulado, hace mella en el equipo?
La respuesta es sencilla. Podrían crearse ambientes enrarecidos, negativos y en el peor de los casos, rencillas personales que afectarían al rendimiento y seguridad del equipo.
Cómo motivar al equipo
Por la experiencia profesional, he comprobado cómo hay un aspecto que se repite en todos los Servicios de Emergencias.
La actitud frente a la vida.
Una persona tóxica, que se queja por todo y no es capaz de cooperar, nunca aportará algo positivo.
Para el buen funcionamiento de cualquier equipo multidisciplinar, lo más importante es la humildad, las ganas de trabajar y tener claro el objetivo común.
Cuando seamos capaces «todos» de entender que nuestro paciente es lo más importante, independientemente de la sobrecarga asistencial, de nuestros problemas personales y de otros factores o imprevistos, tendremos la clave del éxito.
En definitiva.
La motivación se consigue con actitud.
Hay que trabajarla individualmente para que podamos aprovecharla todos, y así alcanzaremos fácilmente el objetivo final de nuestra misión.